También fue una época de apogeo de los caracoles la Edad Media, en la que se
consumían en abundancia, entre otras razones porque esa “carne” era apta para la
abstinencia cuaresmal. Se comían los caracoles fritos con aceite y cebolla, en
brochetas o hervidos, y en algunos monasterios europeos fue un plato habitual.
Parece ser, que a principios del siglo XVIII, el caracol desapareció de las
mesas nobles. Fue un político y gastrónomo francés, Talleyrand, quien volvió a
ponerlo de moda. Su resurgimiento llegó porque le pidió a su jefe de cocina que
los preparara para la cena que ofreció al Zar de Rusia. Desde ese momento, la
fama de los caracoles volvió a correr como la pólvora por toda Europa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario